martes, 2 de junio de 2009

La noche de los feos.

Ambos somos feos. Ni siquiera vulgarmente feos. Ella tiene un pómulo hundido. Desde los ocho años, cuando le hicieron la operación. Mi asquerosa marca junto a la boca viene de un accidente automovilístico. Sí, he pasado gran parte de mi vida maldiciendo al culpable del accidente; obviamente no fue mi culpa que ese hombre cruzara apenas el semáforo cambió a verde para los peatones, no, por supuesto que no fue mi culpa que él no mirara con precaución antes de cruzar ¿O esperaba que me detuviese de improviso?, ¡Éso era imposible! Es muy difícil maniobrar con unos tragos en el cuerpo.

Como sea, por culpa de aquél hombre que cruzó la calle cuando ya había decidido saltarme la luz roja, entré en un nuevo mundo: El mundo de los feos. No es que antes fuera un adonis, no, pero al menos tenía un rostro armonioso, ahora estoy deforme, para siempre, sin remedio.

Ella me miró de reojo. Me sentí conmovido al verla, en realidad sentí un poco de curiosidad al ver ése pómulo deforme, luego sentí asco, finalmente lástima, no solo por ella, por ambos; Después de todo, somos iguales, abandonados por la buena suerte, mirando con envidia al resto de las personas que se encuentran en la entrada del pub. Esas personas hermosas, dichosas, estúpidamente hermosas. Ella entró en el recinto, la seguí cauteloso, curioso.

En la oscuridad de la pista de baile me sentí más tranquilo, me gusta ir a esos sitios, me gusta interactuar con el resto en la penumbra; de ese modo, consigo sentirme un poco más parte de ese mundo que veo tan distante. La busqué con ansiedad, repasando todas las caras de las mujeres que estaban a mi alcance, pero no la encontré. Sí, era fea, tan fea como yo, pero algo en ella me intriga. Maldito sea el imbécil que se cruzó en la calle esa noche, pensé al ver mi rostro reflejado en un espejo.

Aburrido, me dirigí a la barra, ordené un trago, apoyé los codos en la madera del mesón y me perdí en la contemplación del interesante mundo de las marcas circulares que los vasos habían dejado impregnadas en la mesa.

Luego de un rato apareció a mi lado, pude distinguir su pómulo y esa oreja deforme. La miré fijamente, ella sostuvo mi mirada. Hablamos un poco, su voz era ronca, algo desagradable, pero no me importó. A ella le molestaba lo mismo que yo, miraba con recelo al resto de la gente, eso me gustaba. Hablamos de nuestras horribles marcas, de nuestras aburridas vidas, de la fealdad. Escondidos en la oscuridad nos sonreímos de manera cómplice. Aun no sé qué tiene, es algo seductor ¿será la intriga? No sé, pero hay algo en ella que me atrae.

Me hizo una seña para salir del lugar, a tomar un poco de aire, supuse. No me di cuenta cuando me tomó de la mano para que la siguiera. No me di cuenta cuando sacó el revolver de su bolso, no me di cuenta de que me miró con una mezcla de dicha y odio durante la noche. Oh, ahora me di cuenta, debió ser la muerte rondando en su cara la que me atraía.

La reconocí, era la niña que acompañaba al estúpido que se me cruzó la noche del accidente. Pude reconocer su rostro lloroso, el mismo que sostenía el cuerpo tirado en la calle, mientras le sangraba el pómulo y la oreja izquierdos. Sentí el metal en mi piel, en mi interior.

Sí, ambos somos feos. Ni siquiera vulgarmente feos. Ella tiene un pómulo hundido. Desde los ocho años, cuando le hicieron la operación. Ahora yo tengo una asquerosa marca junto a la boca y una herida de bala en el estómago que no para de sangrar. Ambos somos feos.


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No, no pretendía plagiar a Benedetti xD!! La actividad era tomar un cuento y continuarlo desde la segunda línea. Bue, ésto salió, no es bueno, pero es lo que hay. Ah y es absolutamente predecible, a ver si algún día subo cuentos míos.

1 comentario:

Sennin dijo...

Es increible la capacidad que tienes para describir una situacion, sentimientos o serie de sensaciones, es como si estuviera leyendo el guion de un cortometraje.